lunes, 23 de febrero de 2009

RETÓRICA. LA ALITERACIÓN. CREATURA Nº 37

Comenzamos hoy una nueva experiencia en esta sección. Vamos a explicar un poco que es la retórica y sus figuras, ¿por qué? ¿para qué? Buenas preguntas siempre. Porque así se entienden mejor las obras literarias o con propósito literario. Para que así entendamos mejor estás obras.
La retórica y sus figuras son esas cosas que nos explican en el colegio (y que se siguen explicando) cuando se trata de que entendamos mejor los textos. Una vez pasado el colegio (e incluso en este) la gente se olvida de la retórica, de sus figuras, de para qué sirve y de cómo son.
El humilde propósito de esta sección es el de explicar y rescatar algunas de estas figuras retóricas y acercarlas a los lectores, improbables sin duda, de este fanzine y esta sección.
Comenzamos hoy con una de las figuras más sugerentes, la aliteración. La aliteración consiste, en una definición doctrinal en una figura que, mediante la repetición de fonemas, sobre todo consonánticos, contribuye a la estructura o expresividad del verso.
O lo que es lo mismo en una forma más llana: la repetición de letras o sonidos para crear una sensación en lector o mejor dicho en el receptor.
Veámoslo con el ejemplo clásico:
“Bajo el ala aleve del leve abanico…” Vemos la repetición de la letra y el sonido “l”, que da sensación de que ese abanico está sonando, está siendo agitado y suena “lllllll” o “flap flap flap”.
Dice la definición que la repetición se hace con fonemas o sonidos consonánticos, pero vemos como aquí también la repetición de la “a” ayuda a remarcar ese sonido.
Pero como la función de la sección de hoy es ser útil y aprovechable para el lector acerquemos la aliteración al arte popular.
Por ejemplo la canción pop o pop – rock, tal vez el más popular de todos los artes actuales.
Comencemos con un ejemplo de los 80, Radio Futura en su canción han caído los dos: “Han caído los dos, cual soldados fulminados al suelo (…) vigilados por el ojo incansable del deseo voraz sometidos a una insoportable tensión de silencio.” Vemos en este último verso la repetición de la letra o sonido “s”, que como un susurro se nos va colando en la cabeza o en el oído. ¿Qué indica dicha repetición? Pensemos en el sonido que oímos “ssssssss” repetido. ¿Qué suele indicar dicho sonido? Pues aunque sea un contrasentido ese es el sonido que se utiliza para pedir silencio. Repasemos el verso: “sometidos a una insoportable tensión de silencio” parece que no es algo aleatorio, que esa repetición es buscada, que nos indica adrede silencio, palabra con la que termina la frase. “sssssss” callemos pues.
Busquemos más ejemplos. La canción ahora es Prometeo de Extremoduro. Toda la canción es una continua aliteración de un sonido. Pero fijémonos en una parte concreta: “… me revuelco por el suelo y me revienta la polla de pensar en ti: me desangro y riego tu jardín…”
Evidentemente el sonido repetido, aliterado, es el de la vibrante múltiple “rr” toda la canción se queda en el oído con ese zumbido constante “rr” de hecho a continuación sigue la canción “Ronca de madrugada…” ¿Pero es el del ronquido el sonido que nos quiere indicar el autor? No lo parece. El sonido “rrr” es más indicado (y así aparece en algunas onomatopeyas, del cómic por ejemplo) para mostrar enfado, mal humor: rabia al fin y al cabo. Y toda la canción despide esa rabia concentrada en esos versos que hemos remarcado: “… me revuelco por el suelo y me revienta la polla de pensar en ti: me desangro y riego tu jardín…” Rabia por la desilusión amorosa. Por el desamor. O, en una canción de este corte, por no llegar a la culminación del amor “… me revienta la polla de pensar en ti…”
Un último ejemplo, de una canción de éxito, Por la boca vive el pez de Fito y los Fitipaldis: “…no quiero ver la aurora, quiero mirar tus ojos del color de la coca cola…” Al buscarse habitualmente la eufonía (sonido agradable) en las composiciones, una aliteración del sonido “k” no será fácilmente encontrable. Aquí Fito consigue una aliteración de este sonido y que además no sea cacofónico, sino que sea eufónico que suene bien, y se quede. Esta repetición parece indicar dureza, aspereza. Así lo que se encuentra en esos ojos marrones, duros. Y así no hay más que buscar en otras canciones, poemas, o cualesquiera expresiones lingüísticas.

viernes, 6 de febrero de 2009

LA PAREJA PERFECTA. DELIRIO VANO É QUESTO! CREATURA Nº 36

La pareja perfecta había sido presentada por unos amigos, como todas las parejas perfectas. Y sus amigos, gente original sin duda, les dijeron antes de presentarlos: “Has de concerlo, es perfecto para ti” y al revés. Y una vez presentados y emparejados decían a todo el mundo: “Hay que ver, que pareja más perfecta hacen estos dos”. Y quienes les habían presentado sacaban pecho y decían: “nosotros, hemos sido nosotros los que los hemos presentado” como diciendo, “sí, sí, son muy perfectitos, pero si nosotros no los presentamos y se lo decimos aún seguirían solteros los muy merluzos, o aún peor, estarían con una pareja que no sería la suya, la perfecta para ellos.”
¿Por qué eran la pareja perfecta? Bueno, todos conocéis alguna de esas parejas que son perfectas, que terminan las frases del otro, que son iguales de guapos, que tienen unos gustos similares, que saben besarse en el momento exacto, que llevan una ropa similar y perfecta la una para el otro, como si se hubieran llamado y se hubieran combinado expresamente antes de salir para parecer perfectos.
Además siempre eran muy atentos el uno con el otro, siempre juntitos, diciéndose sus bondades, sin tonterías, sin estupideces, dándose cariño y dándose amor sin cortapisas y en el momento justo. Eran pues la pareja perfecta y como tal eran la envidia de todos los que los miraban y que pensaban o decían: “Yo quiero eso” “Yo quiero que me cojan de la mano y que me abracen y que me paguen las copas y que me den un pañuelo si tengo mocos y que me den dinero para pagar las copas y que me quieran como ellos se quieren, yo quiero eso.”
Su boda, ni que decir tiene, fue perfecta. ¿Esperaban ustedes otra cosa? Se casaron en la iglesia más bonita, con el más bonito día de primavera de la historia, la novia iba guapísima y el novio dijo unas palabras fantásticas, propias del mejor y más enamorado de los poetas. Las palomas aquel día abandonaron la plaza de la iglesia y en lugar de arroz una lluvia de pompas de jabón, pétalos de rosa y algodón de azúcar cayó sobre los novios al abandonar la perfecta iglesia que acaba de asistir a la confirmación ante Dios y ante los hombres de su amor perfecto.
La luna de miel fue perfecta. Y la aprovecharon para aliviar la miseria de algunos pueblecitos del país que visitaron. ¡Qué encantador detalle!
Su casa era perfecta, más que las de las revistas, y su coche era tan brillante que por la carretera de noche y con niebla se sabía que en él iba aquella perfecta pareja. Sus amigos no se cansaban nunca de ellos, siempre eran ingeniosos, educados, preocupados, eran los amigos perfectos. Daban unas cenas estupendas, donde, a pesar de ir todos borrachos, una perfecta borrachera, nadie decía impertinencias y era todo perfecto, hasta los chistes tontos de los borrachos. La pareja perfecta se pasaba el día juntos, trabajaban juntos y hacían un gran trabajo. No precisaban de nada ni de nadie más. Hacían mucho dinero y grandes negocios, pues todo el mundo se fiaba de ellos.
Todos querían saber el secreto de aquella perfección y cuando lo preguntaban, ambos se miraban tiernamente y decían “Somos así, eso es todo”.
Y eso era todo.
Eran así.
Empezaron a aparecerles imitadores, gentes que querían ser como ellos eran, gente que quería esa perfección y esa felicidad que destilaba la pareja perfecta.
Trataban de sonreír igual, de imitar su vestuario, su comportamiento, eran amables, atentos, educados con su pareja. Pero no les funcionaba. Al cabo de cuatro o cinco semanas estaban tan casados y aburridos el uno del otro que no querían volver a verse jamás en la vida.
Algunos consiguieron aguantar años enteros haciendo lo mismo que ellos y se querían y eran felices, pero su felicidad siempre acababa truncada por algunas cosas, detalles pequeños que al principio parecían encantadores, pequeños fallos que eran el alma de su relación de repente se fueron convirtiendo en momentos de una abrumadora pesadumbre. En un constante cabreo. Reprimido, sí, pero cabreo. Pero disimulaban y daban un paseo y se daban, en secreto, escondiendo en el coche las botellas, a la bebida. Volvían a casa borrachos y ya dispuestos a aguantar lo que nunca hubieran aguantado si no fuera porque veían que esa felicidad era perfecta y que se podía conseguir. Los más listos, los que más se querían, se daban cuenta después de un tiempo de mucho sufrimiento, que lo mejor era no imitarlos. Y que si tenían que irse tres días de borrachera con los amigos, o ver el fútbol o eructar delante de su pareja, no habría problema, pues al fin y al cabo se querían y si se querían que más daba que fueran o no perfectos.
El resto fue infeliz. Y una ola de infelicidad cubría gran parte de la ciudad por culpa de aquella pareja perfecta.
Ellos mientras tanto seguían siendo igual de perfectos, igual de guapos y de bien avenidos, igual de estupendos y encantadores. A nadie le extrañaba verlos siempre juntos, sonriendo, verlos siempre con ese aire de felicidad.
Lo que nunca nadie supo era el secreto de su felicidad. Ese secreto que ambos conocían y que no querían contar, y que no podían contar porque sería ya un poco tonto y porque habían mantenido su posición y su fama durante muchos, muchos años.Ese gran secreto era que no se querían, que no se habían querido nunca, que simplemente se toleraban, que estaban juntos por no estar solos, que actuaban ante los demás, para parecer lo que no eran y que actuando a veces hasta conseguían un esbozo de felicidad, pero no eran felices sólo lo parecían. Y nunca conocieron el amor, y el enfadarse por quererse, y la pasión, y la reconciliación y el miedo a la pérdida. Sólo fueron capaces de fingir.