miércoles, 1 de julio de 2009

COLABORACIÓN BIZARRA. LA HISTORIA JAMÁS CONTADA. LEONCIO VS. LOBEZNO. CREATURA Nº 41

Ahora que ya conocemos su triunfo, hablar de la serie Leoncio no tiene ningún mérito, pero, ¿cómo llegó ese éxito? ¿cómo se convirtió Leoncio en el gran héroe que es? ¿cuál es la historia de su nacimiento? Aunque pocos lo sepan Leoncio no es más que una copia de otro personaje más antiguo. La desaparecida casa de cómics, conocida irónicamente por la “casa de las ideas”, Marvel, creó allá por los años ochenta una serie de cómics basados en héroes dotados de prodigiosos poderes provocados por mutaciones espontaneas de su ADN. Uno de esos héroes era Lobezno. Asociado a un lobo por su aspecto peludo, el héroe de Marvel pasó sin pena ni gloria por la serie X-Men que tampoco fue demasiado exitosa que digamos. La “casa de las ideas” (malas ideas debió tener) cerró a principios de los noventa acuciada por las deudas y la pésima gestión editorial, creativa y económica. Sin embargo de la génesis de sus mutantes y de Lobezno nació la mayor casa editorial comiquera de la historia, la J. Fry. Como todos sabemos el gran éxito de la Fry, tal y como se la conoce, fue Leoncio. Este humano con superpoderes, cura instantánea, rehabilitación, aguante de cualquier dolor, casi inmortalidad, vida larga y tortuosa y torturada, se convirtió desde el principio en la gran baza de la casa que pronto empezó a diseñar y dibujar una serie sólo para él. Al principio Leo, como se le conoce o Hogan su verdadero nombre y con el que los entendidos le asocian, formaba parte de los Mutados, grupo heroico que luchaba contra el mal y contra la superstición que los consideraba poco menos que animales. Pero la personalidad de Hogan era tal y sus posibilidades tan grandes, se le podía dibujar un pasado y hasta un futuro sin fin, puesto que no envejece o no parece envejecer y no muere, que la Fry se lanzó a hacer una serie sólo de nuestro héroe. Allí nos enteramos del duro pasado de Hogan, de la muerte de sus padres, del asesinato de su mujer, de su violenta venganza y de cómo, gracias a su poder de recuperación es sometido a una dura terapia que le convierte en una especie de híbrido de león y humano con una fabulosa melena, un característico rugido (copiado, no lo olvidemos de la Metro) y una garras que le salen de la nada y que son su arma más mortífera y feroz. Además Hogan es un rebelde, un hombre duro, solitario, silencioso, algo así como un nuevo Bogart. ¿Qué fue de Lobezno? ¿Quién lo recuerda? Nadie o casi nadie, sus aventuras son hoy desconocidas. Tal vez sobreviva Lobezno en el espíritu de Leoncio. Tal vez. James Howlett, Logan
Para Jose Luis, creador de grandes éxitos.

INTERNET KILLS THE PORN MAGAZINE. CANALNOSTALGIA BIZARRO. CREATURA Nº 41

Queridos amigos de Canalnostalgia, este mes nos ocupamos de un añorado por muchos elemento de liberación y a la vez un elemento desechado por el tiempo, un invento superado por la imaginación siempre en funcionamiento del hombre moderno, ¡Gloria a la tecnología y el pensamiento digital! Hablamos, queridos míos de mi corazón, de la Revista Porno.
Internet kills the porn magazine
Bender, consumidor de Revistas porno.
“Burger King es una mierda” Porque siendo honestos: ¿Quién negará haber visto, ojeado, hojeado (si es que se podía) una de estas revistas, tan denostadas, que se compraban ocultas con el periódico o la revista intelectual de turno (desde la desaparición del porno cuántas revistas ha vendido Época)? Eran un gran invento, muy útil.
El último representante de esa literatura para leer con una sola mano que tantas alegrías ha dado a tantos. Mujeres lúbricas, en poses fabulosas, con hombres que, no nos engañemos, no importaban un pimiento, hacían las delicias de adolescentes y salidillos en general a lo hora de aliviar sus tensiones. Porque, aunque parezca mentira, la imaginación del pajillero se agota y ahí venía la revista a dar ideas, a mostrar lo que se pensaba, a ayudar a recuperar la perdida potencia.
Guardadas bajo la cama, o escondidas en el fondo de los cajones donde todo el mundo sabía que estaban aunque nadie lo admitiera. “No mires ese cajón que tiene mi hermano ahí el porno”. Y no mirábamos porque aún éramos pequeños, pero más mayores siempre había quién hacía una incursión en esos prohibidos cajones donde mujeres imposibles nos ofrecían todo lo que tenían. ¡Qué hospitalarias mujeres que daban todo por apenas 200 pelas!
Tenían, todos lo sabemos, muchos inconvenientes. Pasar las páginas en esos momentos cruciales no era nada fácil. El hecho de tener que sujetarlas con las manos. Y, por asqueroso que les parezca a muchos y a muchas, sus páginas imposibles de leer porque estaban pegadas.
Por eso la tecnología, que avanza que se las pela y que está dominada, a qué engañarnos por pajilleros pseudoadolescentes, fue arrinconando a la revista porno no en el cajón o en el kiosco, si no directamente en la desaparición lo que ha supuesto por el contrario la proliferación de revistas de caza, motos o confección de flores de papel con papel pinocho.
La revista ha salido de las manos de los adolescentes y los pajilleros (excepto de los nostálgicos o de Bender D. Rodríguez, prodigio de lo digital pero amante del porno analógico) para ser sustituida por internet, ese red global de pornografía (no otra cosa es internet, una forma de universalizar y compartir cualquier perversión que a un tipejo de cualquier lado del mundo se le ocurra y que ya le habrá ocurrido a un japonés antes), que con su muchísima variedad y posibilidades (¡porno en directo, amigos pajilleros!) ha derrotado finalmente al papel. Es verdad que el papel acababa mojado, manchado, pegado y oliendo mal, pero esa posibilidad de tocar a la fabulosa siquiera fuera en papel es difícil de igualar. Lo mismo ha sucedido con el VHS muerto por su incomodidad (adelante atrás todo ese ruido la posibilidad de que se rompa, se enganche) y sustituido por el DVD y su selección de escena y de imagen (por fortuna para los admiradores de Melanie Coste o Nacho Vidal), la revista ha sido sustituida por nuevos formatos, mejores formatos, pero que no tendrán nunca la cualidad y la tangibilidad de la revista. Si bien esa tangibilidad fuera tantas veces tan asquerosa.
Volvamos por un día nuestras fantasías al Lib, al Penthouse, y cambiemos un rato de Canal, dejemos internet y… ¡Squirt, Squirt, Splash!