martes, 5 de junio de 2007

El viejo y las Palomas. Creatura 17. Especial Bizarro

El buen señor siempre estaba en aquel banco del parque, sentado, echando migas de pan a las palomas. Con su pelo blanco y su bastón ya viejo lo miraba mientras trabajaba y me preguntaba si no se aburriría de estar todo el día allí sentado echándole de comer a las palomas esas tan burras que acababan siempre dándose de picotazos por el último trozo de pan que el hombre aquel les echaba.
Se notaba en el hombre que había sido importante. No sé bien en qué, tal vez en sus dos medallas de la guerra franco – prusiana que siempre llevaba en la pechera. Tal vez fuera en el birrete de doctor que llevaba cuando hacía sol. Tal vez fuera que llevaba el pan de las palomas en un cucurucho hecho con billetes de 50 euros. No sé bien en qué sería pero se lo notaba ese porte de los hombres de bien que tienen una historia que contar. Yo quería que me contara esa historia, pero no sabía cómo hacer para entablar amistad con él.
Un día mientras yo pasaba mi cepillo gigantesco cerca de su banco le pregunté por el libro que estaba leyendo.
- Buenos días, ¿qué lee usted?
- Las uvas de la ira.
- ¿Y qué tal?
- Bien, explica muy bien cómo pisar las uvas para que el vino salga bueno.
- ¿Cómo hay que pisarlas?
- Con ira.
A partir de ahí comenzó una amistad basada en nuestro mutuo gusto por la literatura. Yo le hablaba de mi afición por Marina Castaño y él me contaba cosas de su admirado Antonio Gala. El señor Matías, que así se llamaba, había sido general de división en cinco de las últimas cuatro guerras. No sé bien cuáles eran porque a él no le gustaba hablar de la guerra, decía que era muy aburrido, todo el rato matando gente, ahí, como si las balas fueran gratis.
Por fin un día conseguí que me contara la historia triste que le hacía ir todos los días a echar miguitas de pan a las palomas. De joven, siendo capitán, se había enamorado de una joven costurera hija ilegítima de un conde arruinado por su afición a saltar a la comba: se le gastaban tanto los zapatos y los bajos de los pantalones que no le daba el dinero para reponerlos. El caso es que todos los días seguía a esta chica desde su taller de costura a su casa que estaba tres calles más allá. Un día se decidió a hablarle, pero cuando la llamó, “Fulgencia”, para alcanzarla y declararle su amor, un yunque cayó de la ventana de una pescadera y mató a la costurera. Desde entonces fue un hombre triste y no pudo mitigar esa tristeza ni con sus millones, sus medallas, sus catorce mujeres y sus veintitrés hijos, que por cierto formaron un equipo de rugby y ganaron el seis naciones.
Un día ya no volví a verlo, me enteré de que se marchó a Benidorm a vivir y allí había muerto porque le cayó, misterios de la vida, un yunque en la cabeza mientras seguía a una sueca por el paseo marítimo.

"Palabras" Creatura 17. Especial Bizarro.

“Palabras”

1.
Algunas tardes creo que son mi soledad y mi sordera lo que me empujan a ti. Otras tardes creo que es únicamente el broche de tu sostén.

2.
La precisión exacta
Que hace falta
Para desabrochar un botón,
Normalmente el primero,
De tu blusa,
Es el gesto que más me gusta
De cuantos mis manos
Son capaces de hacer.

3.
Mi amor por ti se cuela por entre tus intersticios: tu esternón, la juntura de tus muslos, la separación diversa de tus dedos, el espacio entre tu ropa y tu cuerpo. Se cuela por ahí y quiere quedarse pegado, pero se despega según tú te vas alejando.

4.
Como tengo cierto temor a la oscuridad lo calmo pensando en ti. También el miedo a la soledad. Desgraciadamente no me sirves para el miedo a los payasos.

5.
La historia de nuestro amor es en realidad la historia de una impostura. Es la historia mal contada de una mentira.