miércoles, 3 de agosto de 2011

CREATURA 68. AGOSTO 2011. INDIVIDUALIDAD Y UNICIDAD

Lo único y lo individual tienen grandes diferencias. Lo único es aquello que no tiene copia ni comparación, es aquello que es, como su propio nombre indica, único. Uno y no más. Lo individual es lo propio de un individuo. Yendo más allá, es lo que corresponde a una persona de las que forman una comunidad. No tiene que ser único, vale con que sea propio, con que sea de un individuo. Son dos conceptos que no son exactamente antitéticos, pero que de cierta forma acaban excluyéndose. Lo único no puede ser lo individual, ya que lo único es ciertamente lo que no tiene más representantes de su especie. Sí puede haberlos en lo individual, que tiene como norma que eso pertenezca a una sola persona. Lo individual remite al individuo. A la persona. Algo que tiene que ver con un hombre. La unicidad, sin embargo, remite a la única representación de algo en su especie. En los últimos tiempos hemos sufrido un cambio social que ha trasladado el centro del universo de un término a otro. Aunque tal vez hayamos de remontarnos más atrás para tener mayor base comparativa y obtener una visión más universal y uniforme. A principios de los años veinte del pasado siglo, se hablaba del hombre-masa, del hombre que estaba dividido, que estaba subsumido en la masa. Este hombre-masa carecía de rasgos propios, de rasgos individuales, se comportaba como un todo con su comunidad social. A raíz de los movimientos sociales propiciados por los sindicatos, por la creación de la cadena de montaje y por la difusión cada vez más rápida de ideas que iban siendo admitidas como universales y ciertas, el hombre pasó de ser un individuo a ser una masa, a ser un colectivo. Este hombre colectivo se movía en grupo. Tenía un pensamiento colectivo. Tenía una forma de ser, de vestir, de leer y de entender colectiva. El grupo lo era todo. La comunidad generaba la personalidad que era igual para todos. Era la inmensa mayoría que triunfó en los totalitarismos del siglo pasado y que tan mal resultado dieron. De ahí se pasó al hombre individual. Al hombre que pensaba por sí mismo. Que se distinguía de los demás por un rasgo. No dejaba de existir la comunidad que era la que irradiaba un comportamiento estándar, un comportamiento base sobre el que cada hombre creaba el individuo. Esta personalidad individual se creaba a través de pequeños matices que realzaban la realidad de cada uno, la personalidad de cada uno. El individuo se podía crear a sí mismo. Podía distinguirse del vecino. Pero podía también sentirse uno dentro de un todo. Conocía las normas y las leyes y las respetaba pues sabía que fuera de la norma estaba el pecado y por lo tanto el castigo. Sabía que todos los hombres son iguales en ciertos aspectos y que se diferencian en ciertos rasgos individuales, pero que hay cuestiones universales para todos. Pero el hombre individual fue fracasando por su deseo de más y se ha ido imponiendo la unicidad. Desde el mismo nacimiento se impone al niño la idea de que ha de ser único. De ahí la proliferación de nombres extraños, dado que esa persona debe ser única, ha de ser la única en el mundo que tenga ese nombre. Ante tal imposición, el hombre único reclama en cada aspecto de su comportamiento su unicidad. Si se es único las leyes universales no tienen validez y es el propio hombre único el que se impone sus normas. De ahí que las existentes sean cada vez menos respetadas. Costumbres y normas que han acompañado a la humanidad desde sus inicios, que están en todos los códigos morales, se van perdiendo en torno a este hombre único que como único que es no puede atenerse a las leyes de todos los hombres. Las suyas han de ser leyes únicas, particulares. Por eso su falta de respeto a las normas fijadas: respeto a los mayores, respeto al más listo, o al más fuerte, comportamientos antisociales, etc. El comportamiento del hombre único irá en consonancia con su idea de unicidad. Tratará de tener un vocabulario único, una forma de expresarse única, una forma de divertirse única. Pero nada saciará a ese hombre único en su camino a la unicidad. En todo ha de distinguirse de los demás y no distinguirse será particularmente lo que más daño le hará, lo que más le frustrará y le llevará hacia caminos violentos. Esa norma tampoco es suya, por lo tanto puede romperla. El hombre único no puede crear normas. O no más que normas propias que además podrá romper a cada momento ya que su unicidad se lo permite. Cabría pensar que un hombre único sería irrepetible, pero la proliferación de estos hombres únicos, su multiplicidad y número cada vez mayor provoca a la postre un problema social. Todos han de distinguirse del resto, todos han de ser únicos. El futuro del hombre único debería hacerle retornar a la masa, ya que pretender la unicidad ha sonado siempre a idea absurda. Todos conocemos a alguien que ya ha hecho lo que podemos hacer nosotros. Pero su falta de normas y de percepción de la realidad, a la que ve como hecha a su medida, hecha para que él se pueda desarrollar como elemento único, hace difícil que este hombre pueda volverse e identificarse con la masa o a volverse en un individuo dentro de un todo.

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