sábado, 17 de marzo de 2007

El cuerpo está sobrevalorado. Creatura nº 14.


Delirio vano è questo!

El cuerpo está sobrevalorado.

Mi amigo imaginario decía siempre que el cuerpo está sobrevalorado. Yo le respondía “sí, sí” mientras miraba distraído bien al cielo bien a mi vecina del cuarto.
El caso es que claro, si eres imaginario tienes bastante claro que el cuerpo está sobrevalorado. Por eso mismo mi amigo imaginario se hartaba el tío de panceta, bacon, costillas y no sé que burradas más. Como nadie lo veía excepto yo al tío le daba lo mismo estar gordo, tener granos y llevar siempre la camisa sucia y los pantalones rotos. Tenía el burro el colesterol por las nubes y los triglicéridos ni te quiero contar. El caso es un día, ¡pam! le dio un infarto y se murió. Es lo que tiene tener el colesterol tan alto y comer tanta panceta. Pero como era imaginario pues fui y lo resucité, porque sin él, la verdad, estaba un poco solo. Lo bueno que tiene ser imaginario es que te puedes morir y resucitar. Y sin esperar tres días ni nada.
Pese a sus ideas sobre el cuerpo le obligué a apuntarse a clases de gimnasia y para que no se saltara las clases fui y me apunté con él. La verdad es que me apunté yo solo, porque lo bueno que tiene ser imaginario es que puedes ir a donde quieras sin pagar, así que me ahorré su cuota y de paso me ponía en forma.
Las clases de gimnasia eran muy divertidas, aunque al principio a él le costaba mucho todo. De hecho durante el primer mes se moría siempre a la mitad de la clase. Lo bueno que tiene ser imaginario es que te puedes morir en cualquier momento sin que nadie se de cuenta. Durante el segundo mes de clase se moría cuando íbamos a hacer abdominales. Yo creo que a veces se moría de mentira, que me hacía teatro para no seguir haciendo esas cosas que la profesora nos obligaba a hacer.
- ¡Venga que sólo queda una serie! ¡Un poco más abajo! ¡Vamos, que es dolor sano!
En el tercer mes se moría al llegar a casa, que bien visto estaba mejor que morirse en público, porque así no tenía que llevar yo su cadáver metido en la mochila.
Ya por fin el cuarto mes no se moría, aunque le daban unos infartos y unas anginas de pecho que no se las saltaba un gitano.
Al final el hombre le fue cogiendo afición, no a lo de morirse, a lo de la gimnasia, y casi me obligaba a ir con él. Además dejó la panceta, el bacon y las costillas y se pasó a la ensalada y los filetes de pollo a la plancha. A pesar de todo no dejaba de decir que el cuerpo está sobrevalorado. El suyo, pese a ser imaginario, estaba cambiando mucho. Le estaban saliendo unos bíceps considerables y su barriga se había reducido en un 75%. Yo, sin embargo, estaba cada día más gordo y más cansado.
- ¡Vamos, que es dolor sano!
Como soy un crédulo yo estaba convencido de que en realidad ese dolor era sano. Sólo había que ver a mi amigo imaginario, que ahora parecía sacado de la imaginación de una adolescente con exceso de hormonas. Se parecía el tío a los de las fotos que tenía mi hermana en la carpeta. A él el dolor aquel le sentaba de maravilla. A mí no tanto, aunque notaba que la vecina del cuarto me miraba de una forma distinta. Tal vez era verdad que el cuerpo está sobrevalorado y por eso mi vecina me miraba.
Mi amigo imaginario se tomaba las clases con mucha seriedad. Lo hacía todo más rápido y mejor que los demás. Cuando la profesora pedía correr, el corría dos vueltas más que los demás, cuando ordenaba hacer abdominales él hacía dos series de más. Y así todo. Me tenía impresionado. Empezó a salir a correr con unas compañeras de la clase que como se aburrían se iban a trotar por los caminos cuando terminábamos. La verdad es que ellas no sabían que mi amigo imaginario iba con ellas. Es lo bueno que tiene ser imaginario que puedes ir donde quieras sin invitación ni permiso ni nada.
Por las tardes en lugar de nuestra habitual sesión de consola él se dedicaba a hacer pesas con unas mancuernas imaginarias que se había agenciado no sé dónde. Me tenía preocupado. Seguía repitiendo que el cuerpo está sobrevalorado pero lo hacía ya sin ninguna convicción.
Cada vez le veía menos, no sabía dónde se metía. Aparecía por casa a horas intempestivas. Venía a cambiarse de ropa y volvía a irse. Olía a perfume de mujer. Sospeché que tenía una aventura, pero yo no le había creado una amiga imaginaria. Temía por su salud mental, tal vez se estuviera volviendo loco e imaginara una novia. Comencé a tener fuertes dolores de cabeza, la idea de que amigo imaginario tuviera una novia imaginaria me parecía estrafalaria
incluso para mí, pero lo cierto es que él era una creación mía. Empecé a dudar de mi buena salud mental. “¿Estaré loco?” me preguntaba continuamente.
Mi gran consuelo eran las clases de gimnasia. Eran dolorosas pero divertidas. La verdad es que verlas debía ser más divertido que hacerlas, pero hacerlas tenía también su gracia. “¡Vamos, que es dolor sano!” comenzó a ser una de mis frases favoritas.
Un día en el portal mis dudas sobre mi supuesta locura terminaron, no estaba loco, mi amigo imaginario sí tenía una novia, pero no era imaginaria, era la vecina del cuarto. Mi amigo imaginario trató de disculparse pero yo estaba tan aliviado al conocer mi buena salud mental que les di a ambos la enhorabuena.
Mi amigo imaginario me dijo “Lo bueno de ser imaginario es que nunca defraudaré sus expectativas.” Una vez más tenía razón.
Un día mientras hacía abdominales con las piernas levantadas a noventa me dio un dolor súbito.
- ¡Vamos, que es dolor sano!
- ¿Estás segura?
- Claro.
Pese a la seguridad de la profesora morí al minuto siguiente. Entonces me di cuenta de la lucidez de mi amigo invisible, ciertamente, el cuerpo está sobrevalorado. Rubén Bravo.

Para Raquel y su dolor sano y para las compañeras de la clase de gimnasia. Y para todos aquellos que no se han apuntado a mis clases porque saben que no es el cuerpo lo que está sobrevalorado.

6 comentarios:

Kebran dijo...

Este relato ya lo comenté en mi blog: todos hemos tenido ese "amigo imaginario" alguna vez. Lo chungo es seguir teniendolo a ciertas edades. Pero si, me mola el relatito

Creatura dijo...

I agree with that (es para darle un tono internacional al blog)

Rubén dijo...

Bueno, la verdad es que yo nunca he tenido un amigo imaginario. Para compensarlo he desarrollado ciertas obsesiones y fobias que tienen a mi psicóloga muy entretenida y que me mantienen ocupado gran parte del tiempo.

Bill Rayos Beta dijo...

¿Alguien imaginario? ¡Nunca conocí tal caso!

Anónimo dijo...

imagina que tu amigo imaginario es un negro con tres patas,uuuuuu que miedo

Creatura dijo...

Echa un vistazo al blog de Creatura ¡Campeón!