lunes, 21 de febrero de 2011

MEMORIA. CREATURA Nº 61

No podría decir la razón pero últimamente todo me vuelve a ti. Y eso siempre es lo peor. No saber la razón de las cosas. Desde que empecé a acostarme con ella, a saber que la quiero, que estoy enamorado de ella ha aparecido tu recuerdo. Deberías saber que he estado mucho tiempo sin pensar en ti, que ni siquiera cuando me hablaban de ti pensaba en ti. Era como si hablaran de otra persona distinta, de una persona que yo había conocido y que tenía tu nombre, una persona que estaba en los mismos escenarios y con los mismos personajes que tú, pero no eras tú exactamente. Había conseguido sustituirte por otra, por una mujer que no eras tú, una mujer que tenía tu cuerpo, tus palabras, pero que no eras tú. Había conseguido eliminar lo esencial de ti en ese recuerdo. Supuse durante ese tiempo que todo lo había creado yo de alguna manera. Que no habían sucedido las cosas tal y como las recordaba. Y que por eso todo pasaba de ese modo. Por eso te podían mencionar sin que yo pensara nada. Sin que yo pensara en ti. Pero desde que ella está en mi vida tú estás empeñada en volver. Una imagen en una revista. Una mujer fuma. Su escote es pronunciado y parece mínimo. Su muñeca baja con displicencia mientras sujeta el cigarrillo. Los ojos son grandes. El pelo parece negligentemente peinado. Esa misma pose la tenías tú mientras fumabas. Tiene incluso el mismo escote mínimo e insinuante al que me asomaba. Se me ocurren las mismas palabras que entonces yo te decía al oído. Las mismas palabras sobre tu sujetador. Sus muslos blancos y mates aparecen entre la sábana. Ni tus muslos ni los de las chica de la imagen serán tan mates ni tan blancos. Todo parece ahora irreal. Las palabras en tu oído. Tus miradas. Tus escotes insinuantes. Tus preguntas. Tu cigarro. Nada de eso parece haber sucedido. En ese tiempo yo recreaba un futuro que nunca podría existir. Incluso entonces lo sabía. Y tú mejor que yo. Aunque siempre estuvieras poniéndome a prueba. Aunque siempre pareciera un aspirante al que tú examinabas. En ese futuro tú estás en mi cama como no lo estuviste nunca, en mi cama como sí lo está ella. Tus muslos desnudos y seguramente no tan mates como los suyos eran los que se aparecían entre las sábanas probablemente más lujosas, más sedosas que estas que nos resguardan ahora a ella y a mí. Caminamos por la calle mientras tú me coges del brazo y yo protesto una vez más, pero me miras y te ríes y yo me río y te aprietas aún más contra mí y no puedo evitarlo y no puedo protestar si quiera y te quedas ahí agarrada. Ella nunca se agarra a mi brazo y por eso la quiero tanto. Nuestra casa es grande y luminosa y no está aquí donde vivo yo. No está con la gente que quiero estar. Está lejos de todo lo que siempre he conocido y amado. Lejos de ella, por supuesto. Pero estás tú cada vez que me asomo al jardín o cada vez que voy a salir de casa y te doy un beso aunque esté tan enfadado contigo que en realidad te odio casi con todo ese odio que sólo tengo guardado para mí. Y tenemos lugares habituales y gentes que me saludan con la mano y me preguntan por ti. Y voy a sitios que no son míos sino que son nuestros. Me agobia tanto este pensamiento que tengo que girar la cabeza hacia esos muslos blancos y mates. Mis manos se acercan y los acarician una vez más como lo haría si fueras tú y ese el futuro. Pero no lo es. A pesar de que aparezcas una y otra vez con una insistencia que no comprendo. Este juego de mi mente es absurdo porque no llevará a ningún lado. Porque no podré pagarlo con nadie. No podré pagarlo con ella que duerme ahora mientras yo miro a la pared. Tú te hacías pequeña a mi lado. Me lo decías continuamente. Me siento pequeña contigo. Ella se agiganta y es más de lo que parece. A mí me da mucho miedo. Porque estoy condenado a perderla. A ti no te perdí. Las otras siempre me dieron igual. Las eché. Otras han pasado, por un rato, por mi cama. Más parecidas a ti que a ella. Más pequeñas. Con unos senos mínimos e insinuantes. No lo digas. No te intentaba sustituir. Nunca te amé. No necesité ocupar tu espacio. Otras pasaron por mi cama y ninguna me hizo pensar en ti. Ninguna me recordó el deseo que tenía de ti. Pasaban y las echaba. Ninguna dormía como duerme esta ahora a mi lado. No sé si a ti te hubiera echado. No sé si lo hubiera hecho como lo hice con ellas. A esta mujer de ahora no puedo echarla. Porque el vacío que deja es más grande que todo el espacio que necesito. Por eso sus muslos tan blancos y tan mates están ahora en mi cama mientras ella duerme y yo no. Tú estarás persuadiendo a alguien de algo. Seduciendo a alguien. Haciéndote la posible. Como esa mujer que fuma en la fotografía. La memoria de los últimos días permanece en mi memoria. Me dijiste que te gustaba la realidad que yo inventaba para ti. Para ella no tengo que inventar la realidad. Con ella me basta con vivirla. Espero que a ella también. Esa memoria permanece. Algo tendré que hacer para borrarla.

No hay comentarios: