jueves, 7 de abril de 2011

BLOQUEADO. CREATURA Nº 63.

Estoy bloqueado. Tengo que escribir mi artículo en Creatura. Pero estoy bloqueado. Así que no escribo. No me gusta escribir. Pero escribo. No dejo de escribir. Mantengo una relación confusa con la escritura. No me gusta escribir. Pero escribir, en ocasiones, me hace feliz. Escribir no me parece necesario. Puedo no escribir. Pero hace mucho que no dejo de escribir, que no pasa un solo día sin que escriba algo. Y sin que eso que escribo sea visto, sea público. No me gusta escribir. Pero escribo. Estoy bloqueado. Así que no escribo. Estoy bloqueado. Que es lo mismo que decir que estoy cabreado. Conmigo. Porque no hago lo que pido a los demás que hagan. Paseo por la habitación dando vueltas. Apoyo la frente en la mesa. Busco las palabras. No me gusta escribir. Miro por la ventana. Pasa una mujer. Está divorciada. Tiene dos hijos. Pienso en su marido. La realidad está llena de literatura. Esa mujer está llena de historias. Pero yo no puedo escribir. Pasa un coche. Se oye el ruido de un avión. El mundo está lleno de gente (¿Demasiada gente?) con historias más interesantes de las que yo puedo contar. No debería escribir. Ni aunque me lo pidan. Ni cuando tú me lo pedías. Pero lo hacía. Y lo escrito ya no puede borrarse. Ni romperse. (¿Dónde estará todo aquello que te escribí? ¿Lo guardarás? Realmente no me importa. Era mentira). Paseo por la habitación pensando en cosas que podría contar, en palabras que podría decir. Pienso en todo lo que he ido contando últimamente. Es como una novela inconexa, donde aparecen episodios aislados. Palabras comunes. Situaciones que están ligadas. Que son las mismas. Camas que han estado siempre vacías, pero de las que he ido expulsado a todas las mujeres que se acercaban. O que se podrían haber acercado. Sé que todo eso ha sido falso. No porque haya o no sucedido. No porque no haya sido posible. Es falso porque ha sido escrito igual que escribo ahora. Escribiendo lo que no quiero escribir. Escribiendo sin escribir. Mintiendo demasiado. Es el 21 de diciembre. La fiesta de Navidad. Mónica Perales y yo hablamos apartados de los demás. Me río cuando Mónica dice la palabra chingar. Es una palabra infantil. Sin darme cuenta he dicho una verdad. No se ha dado cuenta de que lo he hecho. Pero lo he hecho. Cuando bajo de la banqueta me siento mareado. Tengo ganas de vomitar. Bebo agua. Respiro lenta y profundamente. La sensación va pasando. Espero. Respiro. Nos vamos. Mario y Fran mean en una esquina. Espero. Seguimos esperando. Odio esperar. Nos vamos. Tengo ganas de vomitar. Desde entonces toda va mucho peor. Me abruma tu literatura. Tu forma de ver la realidad. Eso era antes. Ahora ya no. Ya no hay realidad. Ya no puedo contar nada. Sólo que estoy sentado en ese taburete del Callejón. Mientras hablo con Mónica Perales. Ese es el momento. No hay otros. Ese es el que quiero contar. El que intento contar. Pero no hay manera de convertirlo en nada. No puedo contarlo. No tiene palabras. Es un momento vacío. Es un momento sin significado y sin sentido. No es nada. Por eso no puedo contarlo. Pero quiero contarlo. Y no puedo. Desde entonces todo va aún peor. Por eso ahora apoyo la cabeza encima de la mesa esperando una palabra que no encuentro. Y lo único que se me ocurre es pensar en ti. Pero como pensar en ti me aburre abro google y escribo jizz. Tres mil vídeos me abruman tanto que no soy capaz de decirme. Me visto para salir a correr. Sudar. Respirar. Tal vez pensar. Pero no salgo. Intento escribir un mensaje. Pero estoy bloqueado. Últimamente no puedo escribir mensajes. Ni correos. Ni privados. Los escribo y los reescribo. Equivocándome. Diciendo lo que no quiero. Lo que no debo. Me rindo y definitivamente pienso en ti. En tu pelo y en tu nariz. Y pienso en tus pechos. Y no pienso nada más. Porque la fantasía requiere narración y estoy bloqueado. Eyacular ayudaría a pensar. Pero me bloqueo en otro momento vacío. Y no puedo continuar. Me miento a mí mismo. Empiezo a escribir. Palabras. Forman una historia. Otra vez conduzco. O me ducho. Sé que relación tiene eso conmigo. Sé que eso me ayuda a pensar. Otra vez hay una mujer que está a mi lado durmiendo. Y otra que es su antagonista. Pero en realidad no hay ninguna mujer. Es mentira. La literatura es sólo mentira. Me río de mí mismo. Yo no hago literatura. Pero sí miento. Me gusta mentir. Todo el tiempo. A todo el mundo. Sigo escribiendo sin sentido una historia que no es ni será cierta. Las frases llenas de palabras con sentido a veces me sorprenden. Soy un mentiroso. Un buen mentiroso. Mónica Perales ya no está sentada a mi lado. Pero lo estará dentro de un rato. Cuando llegue al final de la página y vuelva a leer todas las mentiras que he escrito. Y me sorprenda de eso que he escrito. Porque no lo he pensado demasiado. Porque no tiene sentido. Porque no me gusta. Porque es mentira. Y Mónica o ese recuerdo o la falsificación de ese recuerdo volverá siempre que escriba. Porque no podré nunca contar ese momento. Ni ningún otro que deba contar.